El historiador Rommel Escarreola presenta los orígenes históricos de las procesiones en Panamá, basándose en documentos de la época.
Primer registro (1621, Panamá La Vieja): Tras un terremoto donde murieron un oidor (juez) y su madre, los niños de las escuelas salieron durante 15 noches consecutivas a hacer procesiones para aplacar la ira divina. Esto muestra el misticismo religioso ante los desastres naturales.
Segundo registro (1851, Casco Antiguo de San Felipe): Un escritor extranjero, Nixon Limón, describe con desdén y prejuicio (llegando a tildarlas de "idolatría" y "mojiganga") las procesiones nocturnas. Detalla a frailes llevando una imagen de la Virgen, cantos lúgubres, colecta de limosnas para adornar la imagen e incluso la quema de un muñeco representando a Judas Iscariote, acompañada de cohetes y una multitud.
Significado personal y social: Escarriola destaca que la tradición perdura por el arraigo familiar y la búsqueda de tranquilidad espiritual. Hace un llamado a la reflexión en Semana Santa y defiende eventos masivos como la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de 2019 por su potencial positivo para la juventud.
Aclaración histórica: Desmiente un mito sobre la Presidencia de Panamá, aclarando que nunca fue una iglesia, sino una aduana.